San Luis Potosí capital (Parte 2)

Espectáculo de luces 
Una cosa si les puedo asegurar, y esa es que dormir en el piso de un centro histórico no es —que digamos— el lugar más cómodo para descansar. Luego de que un despistado en moto casi nos atropella la casa de campaña por la mañana, arreglamos nuestras cosas y decidimos partir. Un pan con yogurth y unos tamales serían el desayuno mochilero del día. La noche anterior habíamos contactado a Gustavo por medio de Couchsurfing así que nos movimos para encontrarnos con él.
Ciertamente era nuestra primera experiencia en Couchsurfing y teníamos un poco de dudas, pero en cuanto vimos a Gus, nos dio confianza. Ya en su casa, nos presentó a su familia y platicamos toda la tarde. Nos brindaron un colchón bastante cómodo y los tres mochileros felices y contentos se echaron a dormir.

Al siguiente día llegaría Alexandra, una francesa trotamundos que tenía muchos países recorridos en su haber.


La casa de Gus era muy pequeña pero tan grande que podía albergar 4 mochileros en la sala. Ese día, nos fuimos a recorrer San Luís Potosí.



Caminamos, caminamos y caminamos. Nos metimos a los mercados, comimos comida de ahí, fuimos a museos y hasta una exposición de Goya.



A eso de las 3 de la tarde, nos encontramos a Quetzal y Abigail, dos jóvenes mochileros que como nosotros, estaban recorriendo el país de ride. Fue una grata sorpresa conocerlos y convivir con ellos. 
Pensar que una pareja tan joven estaba haciendo lo mismo que nosotros, nos emocionó mucho. Sobre todo a Ximena y a mi. Pero viajaban más extremo que nosotros pues no cargaban con casa de campaña. ¿Si estaban en medio de la carretera, como le hacían? ¿Se la rifaban siempre buscando alguien que les diera asilo? No lo sé, pero ellos me inspiraban más y acrecentaban mis ganas de seguir viajando. 



Más tarde un amigo de Gus nos llevó a un refugio para inmigrantes centroamericanos. Para mi fue un choque cultural impresionante. Nunca había visto a tantas personas de centroamerica juntos. Nos miraban raro, pero no feo. Solo raro. Cada quien andaba en su pedo, platicamos con algunos y propuse echar una reta de fútbol ¿por qué no? Una reta internacional. En Veracruz todas mis tardes de adolescencia me las pasé jugando a este maravilloso deporte, así que lo extrañaba. 30 minutos después, la verdad sea dicha... ERA UN ANCIANO. ¿Cuando perdí tan rápido mi condición? Jadeaba como quien nunca ha jugado al fútbol y para peor, me dolía el abdomen. "El dolor de caballo" contraatacaba. Estos tipos eran muy buenos jugando y me contaban que la selección de Honduras, por ejemplo, no era mejor por que la selección estaba lleno de futbolistas que pagan por estar ahí, no por su talento, como debería ser.

Este lugar tiene un mural no hermoso, lo que le sigue de hermoso. Un mural dividido en muchísimos cuadros, donde cada uno lleva el trazo o dibujo de una persona que estuvo ahí. Visto de lejos dice I WAS HERE. Un detalle increíblemente esperanzador para un lugar donde se pretende refugiar la desolación de hermanos que llegan aquí por casualidad, tratando de cumplir el sueño americano. 


Lo que más duele es saber que lo que merma con ese sueño no es la frontera con su desierto y peligroso río, si no cruzar México. Ellos comentaban que decían "Si pasamos México, ya la hicimos". Cada año miles de centroamericanos son extorsionados, secuestrados y asesinados por el gobierno o por los carteles locales, que ven en ellos dinero fácil aprovechando su debilidad. A pesar de todo, son hermanos, son como cualquier de nosotros. Tienen sueños, aspiraciones y ganas de vivir. Solo quieren trabajar, solo quieren tener un lugarcito donde puedan vivir tranquilamente con su familia y ser felices. ¿Es que acaso se le puede negar a alguien esto? 

Podrán quitarles todo, pero nunca podrán quitarles su humanidad. 





Por la noche, eramos un pelotón. Ximena, Oscar, Yo, Gustavo, Quetzal, Abigail, Alexandra, Ollin Muñoz y 4 amigos más que de Gus que traía del teatro. Eramos 13 locos vagando por San Luis Potosí a la una de la mañana. Veníamos de pasarla muy bien en un bar. Caminábamos por el centro cuando una lluvia repentina nos tomó por sorpresa y nos refugiamos en una carpa. Había sillas de lo que aparentemente había sido un evento, así que tomamos unas cuantas y nos sentamos a dialogar mientras pasaba la lluvia. No miento cuando digo que esa noche fue una de las más amenas y bonitas que haya tenido con un grupo de personas. Nos conocíamos tan poco pero la conversación, el lugar, el clima, las risas, las tonterías, todo era tan bonito que quedó muy grabada en mi. 




Sin duda San Luis Potosí fue uno de mis mejores momentos como mochilero. Ahí conocí gente grandiosa y amigos que llevaré por siempre. Conocí la historia de los centroamericanos a flor de piel. No me la contaron, no la vi en una película, estuve con ellos. Platiqué con ellos. Jugué al fútbol con ellos. Conocí a Quetzal y Abi, personas que influenciarían para siempre en nuestras vidas. 

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