Real de catorce (parte 2)


Pasaron varias horas y yo me sentía completamente normal. Recuerdo que salí de la casa de campaña y contemplé el desierto de noche. Era bello, sí, pero normal. No veía pirámides de colores, ni la luna me sonreía. Los conejos no hablaban. A causa de mi inexperiencia llegué a pensar que no era peyote lo que acababa de consumir, sino algo parecido. Decepcionado, me dormí. 

A la mañana siguiente recogimos todo irnos a conocer el pueblo en su totalidad ya que el día anterior apenas llegando nos fuimos al desierto. 




Hicimos platica con un señor que estaba sentado bajo un árbol y fue quien nos corroboró que efectivamente, lo que teníamos era peyote. Se extrañó al contarle que comimos y no nos hizo nada. "Que raro ijate, yo hasta con un gajito ando viendo todo de colores jajaja". Tomamos un Willis para Real de Catorce y fue otra experiencia, pues íbamos sentados en el techo y en las pendientes el carro se sentía como si se fuera a voltear para atrás. Ya en el pueblo, pudimos caminar a nuestras anchas. Realmente amé las calles empedradas y las fachadas de las casas.

Sin tener donde dormir, decidimos tirar carpa enfrente del panteón. Había pastito y estaba muy solo. Por la noche se me ocurrió que podía probar suerte tocando mi guitarra en la plaza, sacar algo de dinero para cenar y así no tocar el presupuesto. Mala suerte, en la plaza apenas y había gente por lo que no resultó tan buena idea. Caminamos a la que se puede decir es la calle principal de Real de catorce (esa donde está el café imitación de Starbucks) y me senté en la acera del otro lado, frente a un hotel. Fuera había mesas y solo 2 personas tomando café tranquilamente. Para desaburrirme decidí tocar unas canciones y simplemente eso, alegrar a la gente. Amenizar la noche. Llevaba como 3 canciones cuando se acercó a mi un señor ebrio y empezamos a cantar juntos. Joan Sebastian, Espinoza Paz y hasta El tri tocaban un concierto esa noche. Al terminar cada canción el público crecía más y los aplausos eran más sonoros. El señor eventualmente se retiró y decidí no pedir dinero, simplemente irme, cenar y dormir. 


Ya me iba cuando un mesero del restaurante de frente nos abordó y nos entregó una pizza. "Tomen, se las manda el señor de ahí". Volteé en dirección al restaurante y el señor en un gesto de amabilidad levantó su copa. Fui casi corriendo a estrechar su mano y darle las gracias. "No pasa nada, échenle ganas nadamas". Recuerdo que nos fuimos a sentar a la plaza para comer a gusto la pizza y yo me sentía como superman. Ximena me dijo "me siento muy orgullosa de ti" y me dio un tierno besito. Otra noche más que comprobaba la amabilidad de mi hermoso país.  

Ya en la casa de campaña, tratando de dormir y a eso como de media noche unas luces muy fuertes alumbraron nuestra casita. Esta vez no me asusté, el pueblo era mágico, amable y hermoso por lo que pensé que simplemente eran personas curiosas. "Buenas noches, pueden salir por favor". Dijo una voz grave. Al salir vimos que eran policias y tan solo estaban haciendo su trabajo. Nos pidieron nuestro IFE, de donde veníamos y que hacíamos. Nada del otro mundo y muy amables nos dejaron seguir durmiendo. 

Otro hermoso día comenzaba para otra hermosa aventura. Este día nos dedicaríamos a recorrer el tan famoso "Pueblo fantasma de Real de catorce". Como siempre,  abordaban los guías turísticos pero esta vez iríamos caminando, no importaba cuantos kilómetros hiciéramos. Resultó ser solo 4 o 5 kilometros y aunque el sol estaba a plomo aquel día, nos ahorramos como $500 pesos entre los tres. A medio camino nos paramos a descansar un poco y contemplar los increíbles paisajes Western. 


En el pueblo fantasma pudimos ver el agujero donde sacaban todos los minerales. Las construcciones viejas, abandonadas y deterioradas donde alguna vez prosperó la vida. Pensar que allí, en medio del desierto y entre un clima tan poco favorecedor la gente vivía y prosperaba tan solo de la minería... me hacía reflexionar mucho. 



Nos tomamos el tiempo de subir un cerro y poder contemplar otra vista. Una vez arriba uno se siente completamente vivo. Cansado, con sudor en la frente y quemado por el sol; es exactamente lo que nos gustaba experimentar. 


Hay tiempo hasta para hacer payasadas.


De regreso al pueblo nos encontramos la calle bloqueada por una pequeña banda y un borrachito bailando al son de banda. Algo pintoresco siempre se agradece.



Fue un día bastante cansado pero muy grato. Real de catorce se convirtió en uno de mis lugares favoritos por su arquitectura y su misticismo antiguo. Definitivamente tengo que regresar. El dios del desierto y yo tenemos una cita pendiente. 

No hay comentarios.

Con tecnología de Blogger.