Guadalajara, Jalisco.


“Gente, aquí nos quedamos. El Rey es mi gallo y aquí nos quedamos, por las buenas o por las malas.” Dicho por Doña Beatriz Hernández, la ciudad se establecía, pues, de manera definitiva aquel 14 de febrero de 1542.


1482 km recorridos de ride.

Lugar donde se abolió la esclavitud en México, en su tiempo capital de país y ahora segunda megalópolis más poblada del país, GUADALAJARA.


Llegar aquí fue fácil, diferenciándose de otros lugares. Con un Host esperandonos, realmente nada nos preocupaba. Pues bien, la verdad es que siempre había querido conocer Guadalajara. La veía en la televisión y siempre me la imaginaba como un DF 2.0

Lo primero que nos maravilló los ojos, como no podía ser otra cosafue su centro y su catedral. Imponente y notoriamente más grande que, por ejemplo Zacatecas o San Luis Potosí. El estilo gótico me pareció sacado de algún videojuego Lúgubre. Que algo así exista en una ciudad tan cosmopolita, te deja sin palabras. Al bajar la vista regresé a la realidad de mi México. 
Ninguna ciudad, ya sea pequeña o grande, puede (ni podrá) erradicar a sus habitantes primigenios. Una minoría que se resiste a ser marginada a unos pocos y alejados lugares del país. Coexisten como habitantes silenciosos y hasta despreciables para algunos, entre la creciente urbe. La modernidad no llegará para ellos. Ni la desean. Simplemente quieren vivir, quieren comer. Buscar oportunidades haciendo lo que pueden hacer. Y así, viven. Por que la supervivencia no tiene rostro, color u oficio. 

Caminando por cierta calle, me encuentro con esto. ¡Les juro que yo quería subirme! Figurense, pasear por Guadalajara en carroza ¿que tal? 

Algo loable de esta ciudad es su sistema de bicicletas rentadas. Si resides en esta ciudad, puedes sacar una llave electrónica con la que puedes tomar prestada una bicicleta, situadas convenientemente en distintos puntos de la ciudad. En ninguna otra ciudad había visto algo así. Me resultó algo muy chevere, definitivamente.
Además ese día, me parece era domingo, las principales calles y avenidas estaban atiborradas de personas en bicicletas. Ya sea por mero placer o como vía de transporte alterno, mucha gente salía a pedalear. Y por lo que pude ver, se le da (o al menos se le intenta) más importancia a la bicicleta que al carro. Era una maravilla ver algo así en un lugar tan modernizado. Si la modernidad posterior hará más cosas como esta en las ciudades; bienvenida sea. 


Más tarde comenzó a llover y tratandonos de refugiar, terminamos en una café donde el techo eran paraguas... que no funcionaban bien. La lluvia era fuerte y el agua caía a cántaros a centímetros de nosotros.  Nada de lo que preocuparse realmente. Ximena era la más despreocupada, tomando su café, la vida le corría. ¿Y por qué no?
Al movernos de ahí y esperarnos (como toda la gente) a que terminara de llover, miré algo curioso. En una esquina yacía parado lo que me pareció un vagabundo. Con ropa desaliñada y descalzo, empecé a imaginar lo hambriento que estaría. Dije a Ximena y Oscar que me esperaran, que no se movieran y salí corriendo por el pasillo de la plaza. Me dirigía a un subway que había visto 20 minutos antes. No es que tuviera dinero para derrochar, pero consideré en ese momento que tener $30 pesos menos en el bolsillo no hacía ninguna diferencia en mi. Llegué al subway con mi último aliento y... había mucha fila. Esperé, esperé y esperé. Al tenerlo en mis manos corrí de regreso y al llegar con los chicos; el sujeto ya no estaba. ¡MALDICIÓN! 

Cuestioné a los chicos y dijeron que no sabían por donde se había ido. Y ahí estaba yo, corriendo, buscando a un vagabundo para poder darle un pedazo de pan. 10 minutos más tarde lo encontré a las afueras de un oxxo comiendo unas mantecadas y un café. Le entregué la comida y le pregunté su nombre, pero me dijo algo que no entendí. En otro idioma quizá. Con el subway entregado, me sentía mejor.
Al seguir recorriendo la urbe, nos encontramos que efectivamente, como toda ciudad, sufre de inundaciones. (Y yo que pensaba que Juárez era de las únicas). Un mal que sufren muchas ciudades y que no puedes ser otra cosa que el resultado lógico de la contaminación.
Pero cualquier ciudad es bella, depende con qué ojos la mires.
Seguimos caminando hasta que nos encontramos con un artista muy peculiar. Un payaso realizando su espectaculo en pleno centro y con mucha audiencia. Su actuación era poco usual, pues era bastante atrevido e irreverente. En alguna ocasión mencionó tener sed, a lo que buscó entre los espectadores y arrebatándole el agua a una señora, comenzó a beberla. Después la regresó y siguió aplaudiendo como si nada. Sinceramente pensé que alguien reclamaría o diría algo, pero no, lo cual me indica que la gente está acostumbrada a este tipo de espectáculos callejeros.  
El sujeto en turno, si bien atrevido, caía bien. Era demasiado elocuente y carismático, por lo que nos arrancó varias carcajadas y nos hizo pasar un buen rato. Ah, cabe mencionar que tenía acento argentino... Quizá andaba viajando como nosotros y así obtenía ingresos. Nunca se sabe.
Y es que si caminas por una ciudad tan cultural, llena de historia y tan cosmopolita, es indudable que te encontrarás muchas personas interesantes. Como al grupo NAZCA ACARI. Llegué a ellos casi de manera mágica, pues descansabamos en una banca y escuché música andina. Eran sonidos parecidos a las jaranas de mi Veracruz y yo solo seguí la música cual roedor del cuento El flautista de Hamelín. Y... no eran jaranas, era música andina. 
Los observé por mucho rato y yo estaba maravillados con ellos. Tocaban muy bien y más que eso, que tocaran música andina me pareció extraordinario. Con instrumentos hechos de caparazón de tortuga o la espalda de un armadillo, eran lo máximo esos señores. Les dije que me enseñaran un poco y ahí estaba yo, tocando una (no recuerdo su nombre exacto ahora) mini-guitarra de caparazón de tortuga. Les conté que era viajero y me ofrecieron su casa. Un gesto muy bonito, pero ya teníamos donde dormir. Me pasaron su facebook y mantuvimos contacto al menos unas veces más.
Para finalizar el día nos dirigimos a Tlaquepaque, del cual tengo un recuerdo un poco amargo pues compré una michelada "para llevar" en un establecimiento y al salir me senté en una de sus sillas. No pasó ni un minuto para que un mesero saliera y me corriera, (literalmente) por que no estaba consumiendo ahí. ¿Y mi michelada qué? dije, pero argumentó que como era "para llevar" no podía permanecer ahí. Podían llegar más clientes potenciales y nosotros ocupabamos una mesa.La verdad es que no había ni una sola persona en el lugar. Pero como personas físicas morales, no quisimos alegar.

Mejor nos fuimos a ver los voladores de papantla al kiosko. Ni la constante llovizna los detuvo. 

Por la noche y exhaustos a más no poder, nuestro Host Elio nos invitó a comer. Un lugar donde había muchos trucks de diferentes especialidades de comidas, música en vivo y un ambiente de lo más agradable. Definitivamente la manera idónea de cerrar un maravilloso día. 

Ya por último (pero no menos importante) tengo que hablar de Elio.  Este maravilloso sujeto fue el único que nos abrió las puertas de su casa cuando pedimos asilo por Couchsurfing. Su casa estaba muy limpia, nos sentimos agradables con él y siempre tan amable y buena onda. Hasta me ayudó a restaurar mis archivos cuando mi pc falló.

No hay palabras existentes para demostrar lo bien que la pasamos en casa de Elio. Es la representación en persona de la hospitalidad.

Sin él, no estaría escribiendo esto.

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