Jiquilpan, La barca, GDL y Ameca.

Aquí pasó algo bien raro. Al salir de Mazamitla pedimos ride como siempre sucede, pero no nos levantaban. Optamos pues por caminar un tramo más. Con el sol a plomo una camioneta roja se detiene delante de nosotros y pregunta ¿A dónde van? 

La reacción en nosotros, como no puede ser otra, es desconcierto. No estabamos pidiendo ride, ibamos caminando, entonces ¿por qué se detuvo? "A Jiquilpan" respondo. El chofer (quien venía solo) nos dice subanse y nos trepamos a la batea de la camioneta. En camino nos miramos los tres, cómplices, tratando de descubrir qué pasó ahí.  
Dos o tres minutos más tarde la camioneta se para a un lado de la carretera. No hay ni un solo carro a la vista. Un ligero temor comienza a invadirme pero desaparece en cuanto sale el chofer del carro.

"Hola muchachos, soy Lupe. Los iba a dejar allá afuera pero creo que lloverá y me sentiría culpable si se mojan. Pasense para adentro si quieren." 

Así fue como conocimos al maestro Guadalupe. Nos contó que mientras se dirigía a ver a su pareja nos vió pidiendo ride pero que este lo canceló a último minuto teniendo que regresarse y no encontrándonos, aceleró buscandonos en la carretera hasta dar con nosotros.

Platicamos sobre muchos temas y no paraba de invitarnos Coronas. Como si profeta fuese, Lupe acertó y cayó una lluvia torrencial. De camino nos invitó unas Coca cola y unos tacos de borrego. Es triste decirlo pero Lupe es de esas personas que me hubiera gustado conocer más. No importaba en lo más mínimo que fuera homosexual, era una gran persona y nos ayudó más de la cuenta. Como tenía que suceder, nos despedimos en una gasolinera en un Jiquilpan inundado por la lluvia.
Recuerdo estar tan emocionado por llegar a Jiquilpan por que ello significaba pisar otro estado más, Michoacán. Oscar pudo conseguir lo imposible, un host en Jiquilpan. Nos comunicamos con la chica y dijo que estaba en GDL pero que podía llegar para la noche. Esperamos. Esperamos y volvimos a esperar. A las once de la noche nos comenta que la carretera estaba bloqueada o algo así y que no iba a poder al final hospedarnos, pero que nos quedáramos en un hotel y ella nos depositaba el dinero en alguna cuenta a manera de compensación. Y por si se lo preguntan, no; nunca nos depositó.  Pero tampoco tenía que hacerlo.

Al día siguiente recorrimos parte del centro y del pueblo. Estos, son particularmente bellos por que de los árboles cuelgan canastitas de mimbre muy lindas que yo no había visto en otro lugar.
Fue justo aquí cuando recibimos un mensaje de Quetzal preguntándonos por los campamentos tortugueros. Ciertamente nosotros no sabíamos nada al respecto pero esto dio paso a que despertara nuestra curiosidad e investigaramos sobre ello.  Ese mismo día contactamos al Campamento tortuguero Mayto y ya teníamos fecha de llegada. Fue espectacular como se dieron las cosas tan rápido.  Estábamos realmente emocionados. 

Después de Jiquilpan no habíamos decidido a donde ir así que los planes cambiaron a La Barca, luego GDL y tomar rumbo a Puerto vallarta para coincidir con Israel, el director del campamento allí. Con tan solo 5 o 6 días para llegar, teníamos que apretar el paso.


LA BARCA 

Fue muy difícil llegar a La barca, solo conseguimos un ride que nos dejó a mitad de camino. La tarde caía y una lluvia repentina amenazaba con dejarnos varados. Casi oscureciendo decidimos tomar un camión que nos llevara y terminamos llegando cerca de las 9 de la noche. Preguntando, logramos conseguir un hotel barato y dormir bien ese día. 

Por la mañana retiramos algo de dinero de un Elektra y regresamos al hotel para retirarnos antes de las 12 pm. Es triste, por que teníamos pocos días para llegar a Puerto Vallarta y debido a eso dejamos este lugar muy pronto y pudimos conocer prácticamente nada. Me perdí, por ejemplo, la plaza principal la cuales la única en todo el país rodeada totalmente de arquerías por los cuatro costados. Asumo que debió ser algo maravilloso. 

Una razón más para volver mis pasos por ahí.

Guadalajara (segunda visita)

¿Recuerdan al grandioso Elio? Pues bien, sin tiempo para esperar respuesta de otro Host en la ciudad, nos vimos en la necesidad de molestarlo de nuevo. Elio siempre tan amable nos recibió en su casa y le contamos que nos dirigimos a un campamento tortuguero. 
Como hay tanto por ver en Guadalajara pensamos en estar un día o dos más aquí. Ese día decidimos visitar el Hospicio Cabañas. Lo más recalcable de este lugar es que en su interior alberga nada más y nada menos que cincuenta y cuatro murales de Clemente Orozco. Piénsenlo bien, si un lugar es obligada visita cuando posee uno o dos murales ahora figurense cuando tiene cincuenta y cuatro. Una cosa bárbara. 
En el interior nos pegamos al guia y escuchamos todo lo que tenía que decir. Todos los murales sin excepción eran acerca de la conquista española. De aquí aprendí una historia bastante interesante. 
La historia va así. Cuando llegaron los españoles a México se horrorizaron al ver los sacrificios humanos y se dedicaron a erradicar tan primitiva tradición. Con los pasos de los días, los aztecas les ofrecieron el tradicional pozole y quedaron maravillados por el sabor. La malinche, podemos suponer, les tradujo la constitución del plato y esto no hizo más que horrorizarlos más. 
Se les explicó que el tradicional platillo estaba elaborado con carne humana. Los aztecas no les gustaba desperdiciar comida por lo cual después de arrancar el corazón al infortunado individuo estos lanzaban el cuerpo desde lo alto de la pirámide. Claro que al llegar al suelo ya no era un cuerpo sino pedazos que recogían y lo agregaban al pozole. 

Según los frailes de aquella época quienes en sus manuscritos escribieron valiosísima información, la carne humana sabe a cerdo, por lo cual los españoles no erradicaron el platillo pero hicieron todo lo posible para que la carne humana fuera sustituida por cerdo, pollo o borrego. ¿Verdad o mito? Nadie lo sabe a ciencia cierta, pero no deja de ser una historia interesante.

El último día Elio nos invitó de sus cervezas tradicionales que había comprado para una ocasión especial. Y así, fue la última vez que vimos a este gran individuo. 



Siendo bastante arrogantes, nos propusimos llegar de Guadalajara hasta Puerto Vallarta en un solo día. No fue posible y la carretera nos llevó a...

AMECA

Dos mochileros en una gasolinera esperaban tomar pronto un ride que no llegaba. De repente de una van un sujeto moreno con lentes oscuros nos hace señas con la mano. Señas que pudimos entender como "Ahí regreso". Seguimos con nuestro trabajo pero sin mucha suerte. En un rato regresó el sujeto y nos dijo para donde íbamos "A Puerto Vallarta", respondí. "Bueno, yo vivo en Ameca aquí adelantito. Si quieren se pueden quedar en mi casa y mañana se van". Aceptamos.


Ese mismo día, Luis nuestro anfitrión, nos llevó a los cerros para ver lo que denominó Las piedras bola", las cuales según el eran vestigios arqueológicos muy interesantes pero había que caminar muchos kilómetros. Lo convencimos.
Tras varios kilómetros se hacía de noche y Luis afirmó que lo mejor era hacer esto otro día ya que de noche pasaban cosas paranormales por estos lares (?). Terminamos llegando a una tirolesa al parecer descontinuada.  
Otro día visitamos en centro cultural de la ciudad el cual tiene su historia. El hospital Hilarión Romero Gil fue construido en 1901 pero al estallar la revolución se ocupó como cuartel militar hasta el 2002 cuando la secretaría de la defensa nacional devolvió el lugar al pueblo de Ameca. 
Al atardecer Luis nos llevó a otro lugar maravilloso que afirmaba, solo pocas personas conocían. Definitivamente nuestro anfitrión también gustaba por los lugares naturales y los tenía perfectamente identificados. 
Gracias a Luis pudimos conocer algo más de Ameca, lugar que no teníamos en lo absoluto contemplado visitar. Una vez más el espíritu de la carretera nos guiaba libres por la vida. Entendiendo esto, solo debíamos confiar en las personas y continuar hasta donde las posibilidades nos lo permitieran.

A un lado de una fábrica de Coca cola y con esta vista dejabamos Ameca para ir a Puerto Vallarta.


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