Concá, Qro.

Oscar, Leoncio y yo en "Las Adjuntas"
Esta historia comienza un poco distinta a las demás. Erase una vez tres mochileros pidiendo ride a las afueras de Jalpan de Serra. Se dirigían a Concá, un lugar del que no sabían absolutamente nada salvo que había un árbol enorme, famoso por haber sido golpeado por un rayo, mostrando ahora su cicatriz como si de un veterano de guerra se tratase. Hacía bastante sol y llevaban 40 minutos intentando. Entre los incesantes carros que los pasaban lanzandoles miradas de desprecio total, una camioneta roja dudó en su andar; pero siguió de largo. Un minuto después, regresó y se detuvo enfrente de nosotros.

—Hey! ¿A donde van?
—A.. Concá! Nos dijeron que hay un árbol allá!
—Súbanse, nosotros vamos para allá.
El conductor se llamaba Leoncio y era trailero, pero ahora estaba de vacaciones. Con él viajaba su esposa Yatziri y sus dos hijos. Se pararon a un lado de la carretera para comprar pollos rostizados.
—Hija ¿crees que alcancé con un pollo? —Le dijo a su esposa.
—No creo... llévate otro. 
Leoncio compró dos pollos rostizados y nos dijo que no nos preocupáramos por la comida, que él nos iba a invitar a comer.

Llegamos a Concá y pudimos contemplar este maravilloso Árbol. Siendo un Sabino, este árbol tiene 
22 metros de diámetro y si quisieras rodearlo necesitarías 25 niños tomados de las manos. Cabe destacar que solo es superado por el árbol de Tule, en Oaxaca.


Al pasar un pequeño puente llegas al nacimiento de aguas termales de Concá. Dios, juro que no había visto aguas tan claras en mi vida. Quiero decir, en la naturaleza. Después de tantos años de vivir en la ciudad uno no cree que existan cosas así. Era como si miles de garrafones de agua purificada se hubieran vertido en estas pozas. Estaba estupefacto y a su vez, muy emocionado. 


A estas alturas, la hija de Yatziri se la pasaba hablando con Ximena y el pequeño jugaba Oscar y conmigo. Siento que hubo una conexión ahí.

La temperatura del agua era simplemente perfecta. Ni fría ni caliente. Era el paraíso en un día tan caluroso. Toda la familia de Leoncio y nosotros disfrutamos una tarde nadando en estas hermosas aguas. Me gustaría agregar que tuvimos el lugar para nosotros solo por un buen rato, solo hasta avanzada la tarde unas personas nos acompañaron. Amo los lugares hermosos y solitarios como este.  Con el sol cayendo, había que alimentar al cuerpo. 


—¿Saben qué? Los voy a llevar a Las Adjuntas. —Nos dijo Leoncio.
—¿Donde queda eso?
—¡Aquí bien cerquita! Es un lugar donde dos rios chocan ¿vea' mija? Esta bonito, vamos.
—¡Pues vamos!
Y así fue como todos nos embarcamos en la segunda aventura del día.


Las Adjuntas están a mitad de camino entre Jalpan de Serra y Concá, por la carretera 57 Jalpan-Río Verde. De repente y sin previo aviso la camioneta se detiene.
—¡Ya llegamos!
—¿Enserio ya llegamos? —Pensé para mis adentros. Yo solo veía esto.




Nosotros solo seguimos a Leoncio y de repente, the horror. (Referencia a Apocalypse Now)
¡Ahí estaba! Dos ríos chocando y como consecuencia una sola desembocadura de dos colores. Leoncio nos explicó que uno río era de agua fría y el otro de agua cálida. No le creí y me metí al agua apenas pude. 


©Oscar Acevedo
Pues no mentía, ciertamente. El río color turquesa es muy muy frío y el de agua revuelta es bastante cálido. Muy chistoso por que puedes pararte en la linea y sentir escalofríos en todo tu cuerpo al pasar nadando de un río a otro. La corriente del río turquesa era bastante fuerte y más de una vez caí victima de él. Había que tener cuidado. Luego de un rato, nos movimos todos río arriba a un lugar más intimo y más bonito aún. Con ustedes, el río Ayutla.

©Oscar Acevedo
Leoncio y yo caminamos por ahí. Vio un árbol que por dentro estaba hueco y podías atravesarlo caminando y desde ahí se tiró un clavado a aguas profundas del río. Me invitó a hacer lo mismo y la emoción del momento me ganó por lo que corrí y al estar a punto de tirarme, dudé. En esos momentos de duda escuché zumbidos dentro de mi oreja, muy fuertes, como si se me hubiera metido un insecto dentro. El ruido se disipó para ser sustituido por un inmenso dolor en mi biceps derecho, y pantorrilla derecha. 3 Avispas me habían picado. Salí corriendo de dentro del árbol con un terrible dolor. Yatziri me aplicó ajo en las picaduras pero esta comenzaba a poner todo mi biceps rojo. No recuerdo que una avispa doliera tanto. Me recomendaron meterme al agua fría y permanecer ahí. Así lo hice. ¿Cómo pasó? Recuerdo que solo reía al pensar "Estas son las cosas que te pueden pasar como mochilero".

Con el atardecer, llegamos de nuevo a las cristalinas aguas de Concá. De camino compramos elotes para asarlos y junto con la guitarra que yo cargaba, pasar una noche agradable. Me toqué unas cuantas canciones a un lado de esa fogata. Fue una noche muy amena, tranquila y bonita. No había ninguna luz salvo la del fuego. 

Asando elotes justo antes del anochecer.
Leoncio y su familia se despidieron de nosotros pues ellos no traían nada para acampar y deseaban regresar a casa. Nosotros pusimos nuestra casa de campaña y Oscar su Hamaca. Me dolió dejarlos por que sentía conexión con ellos. Pasar de ser completos extraños a personas que podrías llamar amigos. Nunca olvidaremos lo que Concá fue para nosotros. 

Es agradable que meses después, todavía nos pregunten de ves en cuando por donde andamos. Esta no es una historia de adiós, si no una que apenas comienza..

No hay comentarios.

Con tecnología de Blogger.