Jeréz de García Salinas, Zacatecas.


Camino a Jeréz, tuvimos que tomar por primera vez como mochileros, un camión. El carro que nos dio ride y nos dejó a mitad de camino, no nos explicó que por ese camino solo pasaban carros que iban a un rancho cercano y por eso nadie se detuvo tras 2 horas. Con 1,165 km recorridos únicamente de ride, 13 pueblos o ciudades recorridos y 4 pueblos mágicos; así se veía nuestro mapa.


Ya en el pueblo tardamos un poco en dar con la dirección de nuestra couch. Elvia, había aceptado darnos asilo en este bonito pueblo mágico y no lo sabíamos en aquel momento pero crearíamos una amistad que aún permanece. De inmediato nos presentó a su agradable mamá y su peculiar padre. Su casa tenía un toque de romanticismo y toque de antigüedad, con discos en vinilo de lo que seguramente fueron glorias pasadas; la casa de Elvia era muy acogedora. Ya instalados, salimos de noche a pasear por Jeréz. 

Me recuerdo sorprendido por ver a tantas personas alrededor de la plaza principal. ¿Que fiesta había? ¿Que se celebraba? 

— Elvia ¿qué se celebra hoy?
— ¡Nada! ¿Por qué? —contesta Elvia de manera natural.
— Pues hay mucha gente y toda festejando. —externo con una pequeña mueca de incredulidad.
— Ah! Es que es domingo.
— ¿Me estás diciendo que cada domingo, tan solo por ser domingo, todo Jeréz celebra?
—  ¡Si! 

Vaya uno a imaginarse mi cara. Mira que tirar la casa por la ventana cada séptimo día solo por ser domingo, me resultó muy peculiar. Más tarde, cervezas, caballos, bares, banda en vivo en cada esquina, multitud de gente; hasta un tipo conduciendo en bicicleta con una botella vacía de caguama. Solo para darme cuenta más tarde que una cantina local le pagaba para patrocinar de esa manera el dichoso bar. Si es que la publicidad se trata de ingenio..

Al siguiente día Elvia y su novio Miguel habían organizado una escapada a la sierra de cardos junto con unos amigos. Pues bien compramos lo necesario; cervezas y comida. ¿Que más se necesita? A bordo de una camioneta que afortunadamente tenía techo, llegamos al destino.


Convivimos y platicamos a más no poder. Fue una tarde muy amena y agradable pues conocimos más a Pistache (el que hace cuernos), su novia (de pantalon rosa), Miguel (de michoacán), Pando (de pelo largo) y Miguel (camisa blanca) novio de Elvia. Estando en lo alto del cerro y contemplando la maravillosa vista uno se cuestiona muchas cosas. Recuerdo haberme sentado ahí y comenzar a reflexionar de cosas pasadas. Creo yo que ese es el poder verdadero de viajar. Sentarte en algún punto de la tierra y reflexionar, meditar tus actos a la par que contemplas las maravillas que la libertad absoluta otorga. Gratis.

Por la noche salimos a camiar de nuevo por Jeréz pero esta vez sin tanta gente. Pero ahí estábamos, locos jóvenes cantando con una guitarra canciones de rock en español a la una de la mañana. Disfrutando la vida sin una sola preocupación con personas agradables que yo ya podía llamar amigos. La esencia de viajar se manifestaba esa noche. Conocer lugares nuevos, crear lazos con personas locales y crear experiencias que se conviertan en buenas historias que contar. 


Al día siguiente nos fuimos a comer las famosas raspanieves de El paraíso. Me llamó la atención las fotografías que tenían en las paredes sobre Jeréz hace muchos años. Y de paso, el gran teatro hinojosa, que me recuerda mucho al nezahualcoyotl de Tlacotalpan.


Elvia nos invitó a  casa de su abuelita por que su mamá nos había preparado el desayuno. Nunca se me olvidará ese día, en mi vida, ni en un restaurant me han tratado tan bien. 

—Siéntense chicos, sientense. Les preparé asado de boda y frijolitos. Ah y un poco de arroz. Sé que no es mucho pero bueno, espero les guste. 
—Ay señora, no se preocupe. Muchísimas gracias por esta comida que nos brinda.
—No, no hay de que. ¿Quieren tortillas? Sí verdad. Voy a la tienda por un kilo ¿o prefieren que les haga a mano? Puedo hacerles si quieren. 
—No señora, las que usted quiera esta bien. Las de la tienda, nosotros vamos por ellas.
—No, no. ¿Quieren salsa? Aprovecho y me traigo una de la tienda ¿o quieren que les prepare una casera?
—Señora, no. De verdad, estamos perfectamente. Suficiente es con la comida, se lo agradecemos. De verdad.
—Bueno. Provecho. —terminó, solo para traernos tenedores y cucharas.
De izquierda a derecha. Abuelita de Elvia, Elvia y Gloria, mamá de Elvia.
Prometo que estaba conmovido. ¿Cómo puede Gloria ser tan amable? Tres viajeros que acababa de conocer apenas hace un par de días y le ofrecía lo mejor que tenía. ¿Por qué? No cabía en mi.
Son esos momentos, esos enormes momentos que apenas duran unos cuantos segundos en los que cambia tu perspectiva de las personas. Ya no estás viendo un noticiero donde te dicen de lo peligroso que es Jeréz porque está lleno de narcos. Tú estás ahí. Nadie te está contando nada, lo estás experimentando por propia mano. Y es maravilloso.
La ultima noche. De izquierda a derecha; Oscar, Miguel, yo.

Después de 3 días nos despedimos de Elvia, su familia y amigos. Nos dolió como siempre duele dejar a personas con las cuales tienes afecto. Pero había que continuar. La verdad es que sin Elvia, la maravillosa chica que nos recibió en su pueblito del alma, no hubiéramos conocido tan bien Jeréz. Gracias.





3 comentarios:

  1. Sonreí desde el primer, hasta el último renglón que leí. Definitivamente me hiciste volver a esos días, bien dicen que recordar es volver a vivir.
    Otra cosa, gracias por dejarme conocerlos! :)

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    1. Eres la protagonista de esta historia Elvia, muchas gracias por todo y muchos saludos allá en tu bello pueblo mágico. Otro día nos volveremos a encontrar, seguro!

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