Teúl, Zacatecas
Teúl, Teúl, Teúl.. 14 de agosto, 2015. Quinto pueblo mágico que visitabamos y en verdad que estaba muy emocionado. Nunca me imaginé que me iría tan bien mochileando.
Entramos al pueblo casi de puntitas. Las calles empedradas y las estructuras antiguas pero espectaculares nos hicieron entrar así. Caminamos 15 minutos hasta que llegamos al kiosco, y vaya, que recibimiento más portentoso.
De manera inmediata te das cuenta por qué es un pueblo mágico. Con unos arcos tan bellos que fungen como un pequeño mercado, adorna la entrada hacia el pueblo. Enfrente se encuentra el kiosco y nos fuimos a descansar ahí. Fue un largo viaje desde Tlaltenango así que nos lo merecíamos.
En una banca y de manera pasiva, yacían sentada una pareja de adultos mayores. Se nos hicieron muy amigables y venciendo la eterna vergüenza, nos acercamos a ellos.
Avanzada la tarde, teníamos que comer así que fuimos a otra plaza y comimos en el mercado. Ximena tuvo la curiosidad de comprar algo que se llamaba "Gordita de horno", supuestamente un pan dulce regional. Realmente se veía como un pan cualquiera así que lo probé por mera curiosidad. ¿A que podría saber? Si solo es un pan en una hoja.
No sabía lo que decía. Me bastó tan solo dos o tres bocados para quedar enamorado de Las gorditas de horno de Zacatecas. ¿De qué rayos estaban hechas que sabían tan deliciosas? El asunto es que tuvimos que ir a comprar más porque lo ameritaba. El asunto es que terminamos comprando hasta para llevar. Yo solo las comía encantando, realmente no me senté a pensar en la elaboración (eso lo sabría después, en La ceja).
Sin tener donde dormir, alguien nos dijo que podíamos acampar en la presa que estaba a las afueras de Teúl. Quedaba como a 5 kilómetros o más, pero al menos se podía acampar. Tomamos la opción y caminamos lo que había que caminar. Al llegar nos encontramos con una presa muy bonita y con un señor. Le contamos nuestra situación y amablemente nos dijo: "Sí, acampen ahí. Mañana habrá un evento de pesca aquí y vendrán muchos para acampar pero si alguien les dice algo, diganme y yo lo arreglo."
Ese mismo señor nos incitó que fuéramos al pueblo en ese momento, porque iba a ver una callejoneada y no podíamos perderlo. ¿Una calle qué? me pregunté.
Una callejoneada es una tradición popular de Zacatecas en donde una banda toca en vivo, se regala mezcal a los asistentes (primordialmente en un jarrito muy pequeño) para después caminar por las calles acompañando a la banda en turno. Todo en un ambiente fiestero y muy, muy agradable. Y sería aquí nuestro primer contacto con quien se volvería uno de nuestros mejores amigos en Teúl, Huicho.
Cerca de las 11 de la noche acabó todo. Terminamos un poco ebrios por tanto mezcal y no sé cómo, con un par de botellas en la mano. Creo que nos las regalaron, no recuerdo.
Por supuesto, antes de regresar a la casa de campaña, me tomé una foto con estos buenos muchachos que tocan increíble.
Caminando hacia la presa y en un mediano estado de estupor, nos sentíamos totalmente libres. ¡Y es que lo éramos! En ese sendero oscuro que me hacía sentir un ligero temor, caminábamos. Recuerdo, apenas podía mirar mis manos. Estaba tan oscuro y no había ni una luz que tuvimos que usar los celulares a manera de linterna para ver el camino.
Pero llegamos y dormimos plácidamente. Había qué, el día siguiente sería uno muy emocionante y definitivamente, decisivo.
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