Bernal, Querétaro.


En realidad no pensamos mucho en ir a Bernal, simplemente abrimos el mapa y nos preguntamos ¿qué queda cerca de Querétaro?. La respuesta fue obvia, Bernal.

A pesar de que tomamos un camión muy barato para llegar, tuvimos algunas complicaciones. Para empezar, uno espera que cuando se viaja de punto A a punto D el camión se detendrá en el punto B y punto C ¿correcto? Pues eso esperábamos, que el camión se detuviera en cierta terminal de Bernal y... no, se fue de largo. Como 500 metros adelante nos damos cuenta que Bernal quedó atrás y junto con otras 5 personas nos bajamos a media carretera para regresar caminando al pueblo. 

Así fue nuestra llegada.


Bernal es un pueblo mágico como todos los que había visitado antes. Con calles empedradas, estructuras antiguas con diseños portentosos, casas bonitas y mucha artesanía. Pero además, este pueblo tenía algo que los otros no; la imponente Peña de Bernal. 


Este, es el tercer monolito más grande del planeta superado solo por el Peñón de Gibraltar en el mar mediterráneo y el Pan de Azúcar en Río de Janeiro.
Mide 2510 metros sobre el nivel del mar. Su edad es de 10 millones de años y fue un volcán que con el proceder de los años se tornó inactivo y la lava en su interior se solidificó. El magma que quedó es lo que le da forma al monolito. 

Nos sentamos por ahí para disfrutar la vista y el clima agradable que hacía. Ximena y Oscar recorrían el pueblo mientras yo tomaba algunas fotos y cuidaba las mochilas. Recuerdo estar tan impaciente por ir a escalar esa peña y averiguar los misterios sobrenaturales que se decía de ella.


Con la tarde cayendo nos dispusimos a comprar provisiones para ir a escalar la peña. Compramos más que nada agua y atún. La fiel comida mochilera. De camino no podía más que asombrarme de la belleza de sus calles, en verdad se disfruta caminar por calles así. 


La intuición nos decía que para escalar teníamos que subir, por ende, nos preparamos psicológicamente. Íbamos a hacer un largo camino cuesta arriba pero vamos, cualquier cosa es nada comparado con el camino hacia el sótano de las golondrinas.



Y por fin llegamos a los miradores, en donde podías apreciar una vista panorámica del pueblo  y de tu alrededor. Fue aquí donde conocimos a unas personas que andaban escalando también y que llevaban niños. Se interesaron en nuestra historia y se nos "pegaron" por decirlo de alguna manera. Nosotros encantados. El asunto es que solo pudimos llegar hasta cierto punto por que para llegar más arriba necesitas equipo de escalada y bueno... no lo teníamos..



Fue un ejercicio increíble el subir la Peña de Bernal. Estaba en mis más óptimas condiciones que hasta subimos con todo y mochilas. Mención honorífica para Ximena que siendo mujer, nunca se quejaba y hacía lo que se tenía que hacer. En verdad que qué mujer. Como la admiraba.

Con la noche casi encima buscábamos donde dormir y las personas que nos acompañaron en esa caminata terminaron regalandonos $200 pesos para nuestro viaje. No se imaginan la felicidad que sentí en aquel momento. 

Tras ese chispazo de felicidad seguimos buscando donde tirar carpa. Yo propuse acampar arriba en la peña y disfrutar de noche el paisaje. Oscar por otro lado, proponía buscar otro lugar ya que el aire u otras circunstancias podría arruinarnos la noche. 
La verdad es que Oscar en ciertos aspectos era más sabio que yo. Él era paciente, callado y tímido a veces. Yo por mi parte era impaciente, temerario a más no poder y todo lo contrario a alguien callado. Ximena era un balance entre los dos, por eso nunca tuvimos problemas en convivir tanto tiempo. Nos complementabamos juntos. 


Con los últimos destellos de luz preguntamos a unos albañiles que nos encontramos por ahí, si conocían un lugar donde acampar y apuntando con la mano, nos dijeron en qué dirección ir. Caminamos pues y lo que encontramos fue una estructura que asemejaba a una alberca y pasto alrededor. Ya estaba oscuro y parecía buen lugar así que tiramos carpa.


El astro rey salió y nos colmaba con su amor temprano por la mañana. Fue una noche muy fría, desconozco por qué descendió tanto la temperatura. Despertándonos, lavándonos las caras, los dientes y un poco de aseo personal me percaté de que no estabamos solos. Estábamos rodeado de seres vivos. Era algo mágico, a donde fuera que mirara había un insecto, una rana, una mariposa, algo; y no pude evitar tomarme el tiempo de fotografiar todo ello. 




Me sentí muy bendecido, no hay mejor palabra para describirlo. Era como si se despertaran con nosotros y sin importar que estuviéramos allí, hacían las cosas que siempre hacen. Con total y absoluta cotidianidad. Esa conexión entre la verdadera naturaleza y el ser humano no es algo que experimentemos muy seguido. Lamentablemente.



La que yo denominé como "alberca" era un estanque abandonado que ahora fungía como hogar de decenas de ranas. Las podías ver ahí, tomando el sol encimadas en el moho que flotaba en el agua verdosa. No se inmutaban por nuestra presencia, ellas solo querían calentarse un poco. Como seres vivientes que son, las respetábamos y tomaba mis fotos a distancia para no perturbarlas.  

Aquella templada mañana, la compañía de esos seres tan pequeños me colmó de felicidad.



La fotografía a continuación me gusta muchísimo por que cuando vi la escena sentí emoción. Sin haber tomado una foto yo la llamé "Desolación". En ella se puede apreciar un insecto totalmente perdido y atrapado en la telaraña del depredador. Ya no hay nada que pueda hacer, probablemente ya esté muerto. El mensaje que me transmitió en ese momento fue duro y contundente. Que puedo decir, me fascinó.



Terminé mi sesión de fotos y al mirar a las casas de campañas ahí estaba, la mujer más hermosa del universo. ¿Saben? Aunque pueda sonar superficial, la verdad es que yo disfrutaba mucho de su belleza. Y lo hacía por que era atípica. Su belleza era natural, algo tangible y duradero que podías contemplar. No era algo que le durara unas horas. Ella se veía igual a las seis de la mañana como a media noche. Ximena era bonita como pocas mujeres lo son. 

Se veía tan linda aquella mañana con su jorongo gris. Dicha prenda la había comprado justamente aquí, en Bernal. La miré y aunque odia las fotos la convencí de que posara para mi. Quería hacer todo lo posible por capturar su belleza en una fotografía y aunque sé que era imposible, lo quería intentar.

Se sentó y sonrió. 
No se imaginan lo enamorado que estaba de esa mujer.



Preparamos mochilas y partimos. Moríamos de hambre así que era menester desayunar y qué mejor que unas quesadillas con champiñones. Había un restaurante en el pueblo que no era tan caro, por lo que desayunamos ahí. El lugar tenía unos cuadros muy pintorescos con frases muy mexicanas y chuscas.





Con el estómago feliz caminamos a la carretera. Iba a ser un trayecto algo ajetreado pues primero teníamos que llegar a Querétaro y después tomar otro ride a San Miguel de Allende.

Miré hacia la peña visualizando de nuevo una postal que me gustó. Saqué la cámara para tomar rápidamente la fotografía. Era el perfecto ejemplo de la degradación del color. Arriba, azul oscuro y abajo, blanco. Simplemente perfecta, no he visto otro cielo igual como el de Querétaro.







3 comentarios:

  1. Excelente experiencia. Que lindo eso de la belleza de Ximena! Un saludo! Por mil viajes más...salud!!

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    1. ¡Hola Aurea gracias por comentar! La verdad es que Ximena es un ángel, tuve mucha suerte de compartir tiempo con ella. Y definitivamente esta, junto con otras tantas, han sido experiencias increíbles. ¡Saludos!

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